Dado que todo conocimiento consiste en una idea que se refiere a otra idea, necesariamente, el criterio de verdad de una idea debe ser otra idea. Ahora bien, dicho criterio de verdad, al ser otra idea o pensamiento, necesitaría, para probar su validez, de un segundo criterio de verdad, y así hasta el infinito, lo que impediría validar la veracidad de cualquier conocimiento.
Como sabemos ahora qué clase de conocimiento necesitamos, debemos indicar el Camino y Método por los cuales llegaremos a conocer verdaderamente las cosas. Preciso será observar ante todo que no se trata aquí de una búsqueda infinita: para hallar el mejor método de investigación de la verdad no necesitaremos un método por el cual busquemos este método de investigación, y para buscar este segundo método no necesitaremos un tercero, y así hasta el infinito; pues de este modo no llegaríamos jamás al conocimiento de la verdad ni aun a conocimiento alguno. Sucede aquí lo mismo que con los instrumentos materiales, acerca de los cuales se originaría un razonamiento semejante. En efecto, para forjar el hierro se requiere un martillo, y para tener un martillo hay que fabricarlo, para ello se necesitan un martillo y otros instrumentos; y para poseer estos instrumentos se requieren otros, y así hasta el infinito. Por eso podría intentarse probar, aunque vanamente, que los hombres carecen de poder para forjar el hierro. En realidad, los hombres han podido, con los instrumentos naturales, y aunque con mucho trabajo e imperfectamente, dar remate a ciertas obras facilísimas. Luego pasaron a otras más difíciles, con menos trabajo y con realización más perfecta; y así, gradualmente, desde los trabajos más simples a los instrumentos, de éstos a otros trabajos y a otros instrumentos
(Tratado de la reforma del entendimiento)
Spinoza defiende pues, la capacidad innata de la razón para producir por sí misma ideas verdaderas, estableciendo un paralelismo entre la producción de bienes materiales (por el cuerpo, con las manos), y la producción de ideas verdaderas por la mente. Es decir, de la misma manera que el cuerpo humano tiene una capacidad innata para, mediante el trabajo, transformar la materia para producir objetos materiales, y a partir de esos objetos materiales producir otros, etc., la mente humana también tiene una capacidad innata para producir ideas verdaderas mediante la razón, y a partir de esas ideas verdaderas, deducir otras ideas verdaderas mediante el razonamiento lógico.
Es así que, dado que sólo podemos pensar mediante la razón, en principio, debemos tomar toda idea producida íntegramente por la razón como verdadera por el mero hecho de ser racional. Si no fuera así, si “dudásemos” de la verdad de una idea racional, caeríamos en la contradicción de dudar o negar la veracidad de una idea racional usando la misma capacidad racional que hemos utilizado para producir dicha idea. Es decir, que dado que sólo podemos refutar un conocimiento racional con otro conocimiento racional, debemos llegar a la conclusión de que toda idea producida por la razón (toda idea racional), es verdadera por el hecho de ser racional. Por ello, llega a la conclusión de que la verdad es norma de sí misma y de la falsedad. (“Verum index sui et falsi”).
Quien tiene una idea verdadera, sabe al mismo tiempo que tiene una idea verdadera y no puede dudar de su veracidad.
(…) Pues nadie que tenga una idea verdadera ignora que la idea verdadera implica una certeza suma; y pues tener una idea verdadera no significa sino que se conoce una cosa perfectamente, o sea, del mejor modo posible, y nadie puede dudar de ello, a no ser que piense que una idea es algo mudo como una pintura sobre un lienzo, y no un modo del pensar, a saber, el hecho mismo de entender, pregunto entonces: ¿quién puede saber que entiende una cosa, a no ser que la entienda previamente? Esto es: ¿quién puede saber que tiene certeza acerca de una cosa, si previamente no la tiene? Y, en fin: ¿qué puede haber más claro y cierto, como norma de verdad, que la idea verdadera? Ciertamente, la verdad es norma de sí misma y de lo falso, al modo como la luz se revela a sí misma y revela las tinieblas.
(Ética demostrada según el orden geométrico, Parte. II, Prop. XLIII y escolio)
Por tanto, puede decirse que Spinoza es más consecuente, en cuanto racionalista, que Descartes. Mientras que para éste último, es Dios, en cuanto ser dotado de voluntad y entendimiento infinito y separado tanto de la mente humana como de la materia, la garantía última de la verdad, para Spinoza, la razón es plenamente autosuficiente para garantizar la veracidad de los conocimientos que produce, sin necesidad de ninguna garantía exterior, sea la experiencia sensible o Dios.