Por José Romero
5. Definición de filosofía.
5.5 Del materialismo dialéctico al materialismo aleatorio.
Althusser hizo extensiva su crítica de los sistemas filosóficos idealistas a la interpretación dominante de la filosofía marxista, el llamado "materialismo dialéctico", término que no fue usado por Marx y que fue introducido por Plejanov en la tradición marxista, y luego adoptado por la URSS como filosofía de Estado.
Como hemos visto, para Althusser, las filosofías idealistas tienen como finalidad la de someter la práctica científica a la ideología de la clase dominante, que es la clase que detenta los medios de producción, y por tanto, el poder del Estado. Las distintas filosofías idealistas no son más que ajustes y readaptaciones de las categorías de Origen, Sentido y Finalidad, en respuesta a los nuevos descubrimientos científicos que ponen en entredicho a la ideología dominante.
Por ello, toda filosofía que prescriba a la Historia un Origen, un Sentido y una Finalidad, es necesariamente una filosofía idealista, es decir, al servicio del poder del Estado, y por tanto, al servicio de los intereses de una clase dominante. Por ello, en sus últimos trabajos, Althusser criticó al materialismo dialéctico como filosofía idealista, argumentando que el término “dialéctico” es una herencia hegeliana irremediablemente idealista, al prescribir un Sentido necesario a la Historia.
Para el materialismo dialéctico (tal como lo estableció Stalin y los manuales posteriores de filosofía soviéticos), la Historia es una sucesión necesaria de modos de producción que se engendran unos a otros como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas. Esta concepción, que prescribe un Sentido predeterminado a la Historia, somete el materialismo histórico (ciencia de la Historia) al materialismo dialéctico, impidiendo su desarrollo (del mismo modo que Platón sometió a la geometría a su sistema filosófico).
Para el materialismo histórico, el motor de la Historia son las luchas de clases, que no están sometidas a ninguna ley predeterminada (a ninguna "necesidad histórica"), sino que son realidades coyunturales que hay que estudiar en su singularidad.
De todo ello concluyó que lo que tradicionalmente se ha llamado "materialismo dialéctico" es en realidad, una filosofía idealista, y por tanto, una filosofía de Estado (de los estados socialistas) o de Partido (de los partidos comunistas como partidos de Estado), cuyo resultado no puede ser el avance del socialismo al comunismo, sino justificar el regreso del socialismo al capitalismo.
Desde un punto de vista materialista (y por tanto marxista), toda realidad, tanto natural como histórica, debe ser concebida como el resultado del azar, es decir del encuentro aleatorio de diversos elementos dispersos, que de forma contingente se encuentran y "cuajan", dando lugar a las realidades concretas, que una vez que han alcanzado consistencia obedecen a determinadas leyes, cuyo estudio sería la tarea de las distintas ciencias. Pero ni el devenir de la Historia ni el de la Naturaleza, responden a ninguna necesidad previa, sino que las realidades históricas y naturales son "hechos consumados" resultado del azar, y no de la necesidad.
Así, Althusser propuso la expresión "materialismo aleatorio" o "materialismo del encuentro" para designar a la filosofía del marxismo, con el fin de poner de manifiesto la primacía del azar sobre la necesidad como tesis fundamental de todo materialismo filosófico.
Althusser afirmaba que en realidad, existe en la historia de la filosofía una tradición de filósofos del "materialismo del encuentro", tradición "reprimida" por la ideología dominante, pero existente. Su primera formulación sería el atomismo de Epicuro, y Demócrito, y continuaría con Maquiavelo, Spinoza, Rousseau, Hobbes, Marx, Engels, Freud y Derrida entre muchos otros. Todos ellos se caracterizaron por negar la existencia de un Origen o Causa Última y de una Finalidad preestablecida de la realidad.
Puede decirse que el mundo es el hecho consumado en el cual, una vez consumado el hecho, se instaura el reino de la Razón, del Sentido, de la Necesidad y del Fin. Pero la propia consumación del hecho no es más que puro efecto de la contingencia, ya que depende del encuentro aleatorio de los átomos debido a la desviación del clinamen. Antes de la consumación del hecho, antes del mundo, no hay más que la no-consumación del hecho, el no-mundo que no es más que la existencia irreal de los átomos. ¿En qué se convierte en estas circunstancias la filosofía? Ya no es el enunciado de la Razón y del Origen de las cosas, sino teoría de su contingencia y reconocimiento del hecho, del hecho de la contingencia, del hecho de la sumisión de la necesidad a la contingencia y del hecho de las formas que «da forma» a los efectos del encuentro. La filosofía no hace más que levantar acta: ha habido encuentro y «toma de consistencia» al haber prendido unos elementos con otros (como podría decirse que el agua «toma consistencia» al congelarse). Toda cuestión del Origen queda rechazada, así como todas las grandes cuestiones de la filosofía: « ¿Por qué hay algo en vez de nada? ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cuál es la razón de ser del mundo? ¿Qué lugar ocupa el hombre en los fines del mundo?, etc.»
(La corriente subterránea del materialismo del encuentro, 1982)