Por José Romero
En torno a Altusser
Rasgos autobiográficos.
Mi historia es trivial. Nací en 1918, cerca de Argel. Mi padre era empleado de banca: había empezado a trabajar a los trece años. Mi madre era maestra. La familia de mis padres: pequeños campesinos alsacianos del Morvan (extremo Norte del Macizo Central). En el instituto y la universidad fui católico militante. La Iglesia había puesto en pie sus organizaciones en los años treinta para contener la influencia de las ideas "socialistas". Y así nos rindió un sacrosanto servicio. Nosotros éramos hijos de pequeños burgueses. Nuestro capellán nos hablaba de la cuestión social. Eso nos hizo ganar tiempo. Por una 'astucia de la historia', la mayoría de mis compañeros católicos de esa época se hicieron comunistas. El Frente Popular, la guerra de España, la guerra contra el fascismo, la Resistencia nos hicieron ver de cerca la 'cuestión social', y nos enseñaron su verdadero nombre: lucha de clases. En 1948 me convertí en profesor de filosofía y afilié al Partido Comunista Francés. Desde esa fecha enseño filosofía en la Escuela Normal. En Semana Santa del 49 fui a Italia. Para un comunista francés, Italia era su pueblo maravilloso, los soviets de Turín en 1920, Gramsci y el Ordine Nuevo, la lucha heroica contra el fascismo, los espléndidos motines de los campesinos pobres en el campo. En Florencia fui a la Federación, en via dei Servi. Me conmovió la acogida de los camaradas, tan fraternal. En Francia era y soy profesor de Filosofía. Ser comunista en filosofía significa ser un filósofo marxista leninista. No es fácil convertirse en un filósofo marxista leninista... (de una carta de Althusser a Maria Antonietta Macciocchi)
¿Corte epistemológico o cierre categorial?
En 1975 tuve mi principal contacto con la obra de Althusser a través del que pudo ser su discípulo más aventajado, E. Balibar. Celebramos en aquel entonces un congreso de filósofos en Oviedo y la presencia de Balibar y, gracias a él, la de Louis Althusser era inevitable. No deja hoy de ser sorprendente el tremendo impacto que la filosofía althusseriana tuvo en la España de aquellos años. En los ambientes universitarios proliferaban los especialistas y no tan especialistas que se llenaban la boca con el nombre de Althusser, paseaban sus obras bajo el brazo y le dedicaban una auténtica devoción. En aquel ambiente fructificaron con facilidad las referencias althusserianas de pensadores relacionados con el 68 francés; referencias que incluso no fueron ajenas a ciertos guiños pro chinos.
La presencia de las ideas de Althusser en el panorama filosófico español produjo la inevitable discusión en torno a su figura, discusión en la que tomé parte activa y que pronto se centró en los aspectos que considerábamos, y aún consideramos, fundamentales de la obra del pensador galo.
Como Newton con la Física, para Althusser, Marx rasgó las nieblas del pensamiento de Hegel y descubrió el continente de la ciencia histórica.
Llamaba especialmente la atención la innovadora propuesta althusseriana del «corte epistemológico» aplicado al marxismo. La idea de que una ciencia se constituye sólo cuando produce un corte en el panorama epistemológico existente, y de que en ese camino se encontrarán siempre las «piedras» u obstáculos promovidos por elementos interesados de carácter ideológico –la reacción, para Althusser–, era la pieza clave del pensamiento althusseriano y, por lo tanto, fue clave también de nuestra discusión sobre él.
Althusser planteó la ciencia como un «continente» oculto por las nieblas metafísicas. Cuando esas nieblas se rasgan aparece tras ellas un nuevo continente, una ciencia nueva. Así, Newton rasgó las nieblas teológicas de su tiempo e hizo emerger el nuevo continente de la física. Así, también, para Althusser, Marx había descubierto el continente de la ciencia histórica rasgando las nieblas de la teología agustiniana y, sobre todo, del pensamiento de Hegel. Sobre esta base, el filósofo galo reconstruyó la biografía de Marx y la dividió en dos etapas. Vio un Marx juvenil, anterior a 1844, y un nuevo Marx posterior. Este último, y aquí Althusser se muestra como pensador francés que es, entroncó con la tradición ilustrada de Montesquieu y descubrió el materialismo científico. Así explicaba Althusser su concepción del marxismo como ciencia enfrentada a la metafísica y la teología e inmune a todo prejuicio.
Punto de evidente interés en su tiempo fue la atención prestada por Althusser a la idea de superestructura. «Superestructura» era un comodín groseramente utilizado para todo. El arte era superestructura, la religión era superestructura, el derecho era superestructura... Aquello no podía, a todas luces, admitirse. No lo hizo Louis Althusser, como tampoco lo haría el mismísimo Stalin. Recuérdese en este punto la carta publicada por Stalin en «Pravda» atacando abiertamente la teoría sobre lingüística soviética de Marr. Marr propugnaba una lingüística marxista en la que existiría una lengua de vencedores opresora de la lengua de los vencidos. El lenguaje, en la teoría-ficción del lingüista soviético –que, por cierto, tuvo gran acogida en ciertos círculos especializados–, es una superestructura. Idea inadmisible que Stalin repudió y de la que Althusser se hizo eco.
Lo fundamental en aquellos años del congreso de Oviedo a los que me he referido era saber por qué estas ideas habían tenido tal arraigo en nuestro país. Ciertamente, hablar de una ruptura de la biografía de Marx era un tanto gratuito. Cumplía su misión de desconectar el materialismo histórico del materialismo dialéctico soviético que pretendía ligar la historia a los planes políticos marxistas. Sin embargo, partía de un concepto a mi juicio equivocado.
En este sentido, tuve la oportunidad de publicar unos artículos en «Sistema» donde insistía en que el campo del materialismo histórico es básicamente el mismo que el de la filosofía del espíritu de Hegel. Hay una tradición completa, y no un «corte», entre Hegel y Marx. Marx era un hegeliano. Naturalmente, esto no fue aceptado por los althusserianos de la época, aunque más tarde no pareció tan disparatado.
Frente al «corte epistemológico», nosotros proponíamos el llamado «cierre categorial». Pretendíamos mostrar que la ciencia no resulta de un corte con el ambiente epistemológico existente. Que incluso una atmósfera teológica puede servir de madre para el nacimiento de una ciencia (Newton era cristiano). Hay, por lo tanto, otras fuentes que pueden producir una ciencia que, eso sí, podrá provocar, una vez surgida, el «corte». Así, planteábamos un interrogante sobre la vigencia de la idea de la historia como ciencia tal como la veía Althusser.
Althusser fue una figura interesante en su contexto, una figura llena de enigmas y de un incalculable valor histórico. Más tarde, en los años 80, se eclipsó por otras razones referentes a su biografía personal. Es una pena que hoy su pensamiento haya pasado al olvido de las Facultades de Filosofía, cuando fue tan admirado en aquellos años 70 del congreso de Oviedo.
Gustavo Bueno, El «corte epistemológico» (ABC, miércoles 24 de octubre de 1990)