Demócrito de Abdera

Demócrito de Abdera

(- 460 a - 370)

Fragmentos de Demócrito


Frg. 3.- Quien se propone la tranquilidad de espíritu tiene que ocuparse de muy pocos asuntos, tanto a título particular como en cuanto ciudadano; no debe emprender nada que supere sus fuerzas y su naturaleza; debe mantenerse alerta a fin de ignorar la fortuna, incluso cuando le es hostil y parece arrastrarle irresistiblemente; en fin, no debe ligarse más que a aquello que no supere sus fuerzas; la carga que soportan nuestras espaldas es mejor que sea poco pesada a que sea fácil de llevar.

Frg. 31.- La medicina cuida los males del cuerpo, la sabiduría suprime los males del alma.

Frg. 33.- La naturaleza y la educación son próximas una a la otra. Pues la educación transforma al hombre pero, mediante dicha transformación, le crea una segunda naturaleza.

Frg. 173.- Para el hombre los males nacen de los bienes, cuando no se sabe administrarlos ni utilizarlos convenientemente. Sin embargo, no es justo clasificarlos como males, ya que son efectivamente bienes; y se puede, si se quiere, utilizar el bien para defenderse del mal.

Frg. 285.- Hay que reconocer que la vida humana es frágil, que dura poco y que constantemente se ve sacudida por los golpes y las dificultades del destino; por lo tanto, no debe preocuparse uno por poseer, más que moderadamente, y medir la miserias según lo que es necesario.

Frg. 286.- Es sabio el que no se aflige por lo que no tiene y se complace en lo que tiene.

Frg. 297.- Algunos, por causa de la ignorancia en que son respecto a la descomposición reservada a nuestra naturaleza, y como consecuencia también de la conciencia que tienen de sus malas acciones, pasan su vida en la duda y la angustia, imaginando engañosas fábulas sobre lo que ocurre después de la muerte.

Frg. 582.- Simplicio nos transmite este fragmento (De Caelo 242,21): ... estos átomos se mueven en el vacío infinito, separados unos de otros y diferentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; al sorprenderse unos a otros colisionan y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cualquier dirección, mientras que otros, entrelazándose mutuamente en consonancia con la congruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se mantienen unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos.