Platón

En torno a Platón

Anécdotas recogidas por Diógenes Laercio

Marca de color naranja con la que se da inicio a la anécdota "Tuvo dos hermanos, Adimanto y Glaucón; y una hermana llamada Potone, que fue madre de Espeusipo. En las letras fue discípulo de Dionisio, de quien hace memoria en sus Anterastes. Se ejercitó en la palestra bajo la dirección de Aristón Argivo, maestro de lucha, el cual, por la buena proporción del cuerpo, le mudó en el de Platón el nombre de Aristocles que antes tenía, tomado de su abuelo, según dice Alejandro en las Sucesiones. Otros son del sentir que fue llamado así por lo amplio de su locución, o bien porque tenía la frente ancha, como escriben Neantes. Dicen algunos que luchó en los juegos ístmicos; lo que afirma también Dicearco en el libro 1 de las Vidas. Ejerció asimismo la pintura, y compuso primero ditirambos, después cantos y tragedias. Timoteo ateniense dice en las Vidas que Platón tuvo la voz delgada." (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres)

Marca de color naranja con la que se da inicio a la anécdota "Navegó tres veces a Sicilia: la primera a fin de ver la isla y observar el Etna, en cuya ocasión, siendo tirano de la misma Dionisio, hijo de Hermócrates, lo presionó para que hablase con él. Habiendo, pues, entonces Platón hablado sobre la tiranía, y díchole que "no era lo mejor aquello que era conveniente a él sólo, si no se conformaba con la virtud"; enojado Dionisio, le dijo: "tus razones saben a chochez". "Y las tuyas a tiranía", respondió Platón. Indignado de esto el tirano, quiso quitarle la vida. No lo ejecutó, habiendo intercedido por él Dión y Aristómenes; pero lo entregó a Polido Lacedemonio (que entonces era allí embajador) para que le vendiese; el cual se lo llevó y lo vendió en Egina. Acusólo a la sazón como reo de muerte Carmandro, hijo de Carmandrides al tenor de la ley que habían puesto de que muriese sin esperar sentencia de juez el primer ateniense que entrase en la isla; la cual ley les había puesto él mismo como dice Favorino en su Varia historia. Pero como uno dijese por chanza que el que había desembarcado era filósofo, le dieron libertad.

Otros dicen que fue llevado al tribunal; y como viesen que nada decía en su defensa y que estaba pronto a recibir cualquiera suerte que le tocase, no lo juzgaron digno de muerte, y determinaron venderlo por esclavo. Lo redimió Anníceris de Cirene, que se hallaba allí casualmente, por el precio de veinte minas, o según algunos, de 30; y lo envió a Atenas a sus amigos. Estos le remitieron luego el coste del rescate; pero Anníceris no lo quiso, diciéndoles que "no eran ellos solos los que tenían cuidado de Platón". Otros afirman que Dión fue quien envió el dinero, y que no lo quiso recibir, sino que compró para él un pequeño huerto en la Academia." (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres)

La mujer en la Grecia clásica

Dibujo coloreado de una escena familiar de la grecia antiguaLa situación de la mujer de familia acomodada en la Atenas del siglo V no parece demasiado halagüeña. Las esposas de los ciudadanos, por ejemplo, no tienen ningún derecho político ni jurídico, encontrándose a este respecto al mismo nivel que los esclavos. Su vida transcurre recluida en el gineceo, las habitaciones de la casa reservadas a las mujeres, de las que, siendo jóvenes, apenas salen, excepto para asistir a alguna fiesta religiosa o a las clases de canto y baile -las que estén destinadas a participar en los coros religiosos-, debiendo permanecer lejos de toda mirada masculina, incluso de los miembros de su propia familia. No así en Esparta, donde a este respecto las costumbres son más tolerantes, realizando los ejercicios físicos junto con los jóvenes fuera de sus casas en lugares públicos. Las jóvenes atenienses, por el contrario, reciben una enseñanza fundamentalmente centrada en la preparación para las ocupaciones domésticas: aprendizaje de cocina, elaboración de tejidos, organización de la economía doméstica y, algunas, rudimentos de lectura, cálculo y música, todo ello a cargo de algún familiar femenino, o alguna criada o esclava. Su vida está fundamentalmente orientada, pues, hacia el matrimonio, que tenía lugar, por lo general, en torno a los catorce o quince años, y que en la época es el resultado de un trato entre familias, en el que tampoco intervienen. En los últimos años del siglo V, en la época de la guerra del Peloponeso, la situación de las mujeres atenienses parece mejorar un poco en cuanto a su libertad de movimientos, como se refleja en algunas obras de Aristófanes, como Lisístrata o la Asamblea de mujeres. En esta época, y en la inmediatamente posterior a principios del siglo IV, vivieron en Atenas algunas mujeres que, atenienses o no, destacaron por su inteligencia y cultura, al tiempo que rechazaban su reclusión en el gineceo y buscaban un trato de tú a tú con los hombres, llegando a ser reconocidas y admiradas por muchos de ellos. Es el caso de Aspasia de Mileto, con la que se emparejó Pericles, participante habitual en las reuniones filosóficas y políticas que éste celebraba con sus amigos, entre los que se contaba Anaxágoras, por ejemplo, y admirada por Sócrates, que le tenía un gran respeto según el decir de Jenofonte ("Económico") y Platón ("Menexeno"). También, si tomamos en consideración el testimonio de Diógenes Laercio, hubo mujeres en la Academia de Platón, Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca, entre otras, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta las consideraciones de Platón sobre la mujer en la República.