2. Humanismo y Reforma
El ser humano y la libertad en el humanismo y en la Reforma
El Humanismo
El humanismo de Lorenzo Valla, de Vives, de Budé, de Tomás Moro, está impregnado de una visión del ser humano como ser natural e histórico que debe realizarse en el uso de la libertad. Tal humanismo lo podemos considerar entroncado en el de Erasmo de Rotterdam (1467-1536), del que destacamos las siguientes características:
La vida humana es comprendida por Erasmo como una cooperación del hombre con Dios. El hombre no es malo por naturaleza (la naturaleza humana no queda corrompida por el pecado original, nos dice Erasmo, contrariamente a lo que sostendrán los reformadores). Los elementos bíblicos y evangélicos, junto con la gracia, permitirán al hombre aspirar a la salvación, para lo que es necesario el uso de la libertad. El hombre ha sido privado por el pecado original de los bienes sobrenaturales que Dios le había concedido, pero conserva las facultades y las fuerzas que requiere una vida moral. Una de estas facultades precisamente la libertad. La afirmación de la libertad humana es necesaria para obtener la salvación. El hombre, ayudado por la gracia y eligiendo libremente el recto comportamiento moral puede aspirar a la recuperación de los bienes perdidos con el pecado, puede aspirar a la salvación. La gracia sola no bastaría. La salvación está al alcance del ser humano, pero necesita quererla y buscarla en el ejercicio de su libertad, aunque no dependa exclusivamente de ella, ya que, sin la gracia, la libertad sóla tampoco bastaría para conseguirla.
La Reforma
Entre los temas más destacados del pensamiento de la Reforma se encuentra la valoración de la experiencia interior del hombre frente a la acción hipócrita externa, que acentuará el subjetivismo. Ello se acompaña de una manifiesta hostilidad a la teología que será combatida con la "lectura interior" de la Biblia y los Evangelios. Además, la suerte del alma depende exclusivamente de Dios, lo que supondrá la afirmación del determinismo y la negación de la libertad humana apoyándose, para ello, en la consideración de la corrupción natural del hombre por el pecado original. Toda la pureza y bondad inicial del ser humano, con las que fue creado por Dios, se pierde con el pecado original, por lo que no puede haber realmente una acción moral que emane de la voluntad humana, corrompida ya por dicho pecado original.
Uno de los personajes clave de la reforma será Martín Lutero (1483-1546), en quien predomina una concepción pesimista de la naturaleza humana: el hombre está corrompido desde el pecado original, privado de toda rectitud, interior o exterior. Sólo con la ayuda de la gracia puede hacer algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser consecuencia de la libertad del hombre ya que esta no es más que una vana creencia. Depende exclusivamente de la voluntad arbitraria de Dios lo que le conduce a un estricto determinismo moral. En consecuencia, ni siquiera la ley moral puede ser cumplida, ya que la naturaleza "caída" del hombre lo impide. Sólo hay salvación en la fe de Cristo, que ha merecido el cielo para todo el que crea en Él. El hombre carga sus pecados a Cristo y éste nos imputa sus méritos. De modo que el hombre está predestinado y sólo a Dios pertenece la fijación eterna de la suerte del alma en la vida futura.
Entre los humanistas y los reformadores hay, pues, algunos puntos de contacto, pero notables diferencias.
a) Entre los puntos de contacto podemos destacar la coincidencia en el ataque a la teología oficial y a los representantes de la iglesia; la afirmación del papel central del hombre en el universo y el interés despertado por el tema de la libertad del hombre.
b) Entre las diferencias, mientras los renacentistas y los humanistas destacan la bondad natural del ser humanoy exaltan su libertad, los reformadores las niegan. Para los representantes de la reforma el hombre es naturalmente malo y carece de libertad, lo que les conduce al determinismo moral. Para el humanismo cristiano sin embargo el hombre no es malo por naturaleza y la voluntad no es un don pasivo, sino que debe ejercerse en la libertad, sin la cual hablar de salvación del alma no tiene sentido. (Es conocida la polémica que mantuvo Erasmo con Lutero sobre la libertad en su obra "Sobre el libre albedrío", a la que respondió Lutero con "Sobre el albedrío esclavo").