La posibilidad de la metafísica. (La dialéctica trascendental).
Hemos visto que las matemáticas y la física pueda formular juicios sintéticos a priori y, por ello, alcanzar un conocimiento universal y necesario, un conocimiento científico. ¿Puede la metafísica formular tales tipos de juicios sintéticos a priori, y llegar a ser, por ello, una ciencia? En la dialéctica trascendental Kant, a la luz de los resultados obtenidos, analizará esta cuestión, estudiando las características de la razón que, en su actividad pura, es la que pretende alcanzar tal conocimiento.
Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de éstos al entendimiento y termina en la razón. No hay en nosotros nada superior a ésta para elaborar la materia de la intuición y someterla a la suprema unidad de pensar.
El entendimiento es la capacidad de juzgar, es decir, de atribuir un predicado a un sujeto mediante la formulación de un juicio. Tomando como referencia las formas del juicio Kant dedujo las doce categorías o formas trascendentales a priori del entendimiento. La razón es la capacidad suprema de pensar y como tal elabora razonamientos, es decir, inferencias o silogismos relacionando juicios. Si analizamos las formas del silogismo podremos deducir los conceptos a priori de la razón:
La forma de los juicios (convertida en un concepto de la síntesis de las intuiciones) originó categorías que dirigen todo uso de entendimiento en la experiencia. Igualmente, podemos esperar que, si aplicamos la forma de los silogismos a la unidad sintética de las intuiciones, bajo la guía de las categorías, tal forma contendrá el origen de especiales conceptos a priori que podemos denominar conceptos puros de la razón o ideas trascendentales, las cuales determinarán, de acuerdo con principios, el uso de entendimiento en la experiencia tomado en su conjunto.
El razonamiento consiste, pues, en enlazar juicios mediante la formulación de silogismos. Con estos silogismos la razón busca la construcción de juicios cada vez más generales, en busca de principios o leyes que abarquen el mayor número posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos bajo los cuales se pueda comprender toda la realidad es llamada por Kant la búsqueda de lo incondicionado, ya que se supone que ese principio último es la condición de todos los fenómenos y, a su vez, no depende de ninguna otra causa, es decir, de ninguna otra condición. A estos conceptos puros a priori de la razón, les llamará Kant ideas trascendentales.
Analizando, pues, las formas de los silogismos, concluye que hay tres ideas trascendentales: alma, mundo y Dios. Mediante la idea de alma, dice Kant, unificamos todos los fenómenos del psiquismo; es la condición incondicionada de todos los fenómenos psíquicos (es decir , todos los fenómenos que tienen lugar en mi psiquismo han de ser remitidos a un yo). Mediante la idea de mundo unificamos todos los fenómenos de la experiencia; la idea de mundo es la condición incondicionada de todos los fenómenos de la experiencia (es decir, todos los fenómenos de experiencia tienen lugar en el mundo). Mediante la idea de Dios unificamos la totalidad de los fenómenos psíquicos y de la experiencia en una única causa de la que dependen y por la que son explicados (Dios es la condición incondicionada de la existencia del alma y el mundo, su causa última).
Pero si bien las ideas trascendentales nos ayudan a unificar en el pensamiento la totalidad de los fenómenos, sean psíquicos o de la experiencia externa, sin embargo, al no poseer intuición ninguna de las realidades a las que refiere la unidad de los fenómenos (Dios, alma, mundo) esas ideas trascendentales no nos ofrecerán ningún conocimiento. Son conceptos puros, sin ningún contenido, que sólo sirven para unificar los conocimientos del entendimiento, pero que nos proporcionan ellos mismos conocimiento alguno.
La razón, sin embargo, entusiasmada por el avance del razonamiento, se cree capaz de alcanzar el conocimiento de esos principios últimos, incondicionados, de todo lo real; y cae en todo tipo de contradicciones: son las antinomias y paralogismos de la razón pura, que Kant analizará posteriormente desmontando todas las ilusiones metafísicas concebidas por la razón acerca de la posibilidad de su conocimiento.
La metafísica, pues, aunque posible como disposición natural es imposible como ciencia: para que haya conocimiento un contenido empírico tiene que ser subsumido bajo una categoría; pero de los objetos de la metafísica (Dios, mundo, y alma) no poseemos ningún contenido empírico. Son conceptos puros de la razón, ideas trascendentales.
Como resultado de la Estética Trascendental y de la Analítica Trascendental se sigue la distinción de todos los objetos en fenómenos y noúmenos. Por fenómeno entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los contenidos de la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del espacio y el tiempo, por lo que respecta a la sensibilidad, y a las categorías por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de conocimiento, para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Lo que sea esa realidad considerada "en sí misma", en cuanto noúmeno, es decir, independientemente de nuestro modo de conocerla, es algo que está fuera de nuestro alcance. Las categorías del entendimiento sólo se pueden aplicar a contenidos procedentes de la intuición sensible, (ya que no hay ningún tipo posible de intuición intelectual), sólo se pueden aplicar a objetos de una experiencia posible.
¿Qué ocurre, pues, con esas supuestas realidades que están más allá de la experiencia posible? ¿Qué ocurre con Dios, con el alma, con el mundo como totalidad, realidades sobre las que la metafísica ha pretendido siempre tener un conocimiento cierto y seguro? Los conceptos de la razón pura, en la medida en que no pueden ser aplicados a ninguna intuición empírica, son vacíos. Contienen solamente la función unificadora que es propia de los conceptos de la razón, pero no pueden ofrecernos ningún conocimiento. Ocurre con ellos lo mismo que ocurría con las categorías: en la medida en que pretenden prescindir de toda experiencia posible, pues, son incapaces de ofrecernos conocimiento alguno, ya que todas sus elaboraciones tienen lugar en el vacío. Por lo tanto, no tienen valor cognoscitivo. ¿Qué quiere decir con ello?
Las ideas trascendentales no nos ofrecen ningún conocimiento. Pero ello no significa que Kant no les conceda valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí tienen un uso regulativo: unifican los conocimientos del entendimiento. En su uso regulativo, las ideas trascendentales señalan, negativamente, los límites que el conocimiento no puede traspasar. Y positivamente impulsan al ser humano a seguir investigando, tratando de encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos.