Por José Sánchez-Cerezo de la Fuente
Obras de Epicuro
Según Diógenes Laercio, un erudito del siglo III d. C. que escribió una obra titulada Vida de los más ilustres filósofos griegos y que resulta fundamental para conocer a ciertos autores de la antigüedad, Epicuro llegó a escribir 300 obras, formando un conjunto coherente y estructurado (al parecer había 34 libros dedicados al estudio de la naturaleza). Desgraciadamente lo que ha llegado hasta nosotros es muy escaso y consiste en varias cartas y fragmentos dispersos. Precisamente a Diógenes Laerció, que nos ha trasmitido algunas de esas cartas y que dedicó a Epicuro el último y más extenso capítulo de la obra que hemos mencionado, debemos hoy la mayor parte de lo que conocemos de la obra de Epicuro.
También es de destacar, a la hora de reconstruir el pensamiento de Epicuro, el poema de Lucrecio Sobre la naturaleza de las cosas y los comentarios del romano Cicerón o de Filodemo de Gádara, nacido en torno al 105 a. C., y fundador de una biblioteca en la que reunió numerosos volúmenes de la obra de Epicuro, aunque tal biblioteca terminó siendo arrasada por el fuego.
La aversión que la filosofía de Epicuro suscitó en otras escuelas filosóficas o en doctrinas religiosas, así como la tergiversación de su contenido, provocó en numerosas ocasiones que el epicureísmo fuese simplemente ignorado, dificultando así la transmisión de las obras del fundador. Por ejemplo, cuando en el año 155 a. C. los atenienses enviaron a Roma a un grupo de filósofos como embajada al senado romano, escogieron a un estoico, a un peripatético del Liceo aristotélico y a un escéptico, pero los epicureos no estuvieron representados. Por otro lado, esto no debió ofenderles lo más mínimo, pues los epicureos rechazaban la participación política y formaban grupos aislados que convivían en un feliz retiro espiritual. Estas circunstancias, sin embargo, fueron un factor más que ayudaron a que la transmisión de la doctrina epicúrea fuese escasa y deformada.
Los textos de los que disponemos en la actualidad son la Carta a Idomeneo (que es a la vez el testamento de Epicuro, pues fue escrita el mismo día de su muerte), la Carta a Meneceo, la Carta a Herodoto así como la Carta a Pitocles y las Máximas capitales y los Escritos Vaticanos, siendo estos dos últimos una serie de máximas y sentencias breves.