1. La primera filosofía. El Objetivismo
La formación filosófica de Ortega se nutre de dos fuentes claramente identificadas y a las que él mismo hace referencia en varios pasajes de su obra: la filosofía griega y la filosofía europea continental iniciada con Descartes, con mención especial de la filosofía alemana neokantiana, asimilada en su estancia en Marburgo. La filosofía medieval y la anglosajona, por el contrario, son prácticamente ignoradas por Ortega, así como las corrientes analíticas y neopositivistas alemanas de la época. De todos modos, a la influencia de los neokantianos Cohen y Natorp, ya conocida en su época, hay que sumar la que recibe de autores como Nietzsche, Husserl, Dilthey y Scheler, fundamentalmente. Estudios recientes sobre las fuentes del pensamiento orteguiano, como los de N.R. Orringer, han permitido precisar con detalle las influencias de otros autores alemanes menos conocidos, algunos de los cuales ni siquiera son citados una sola vez por Ortega, con lo que se viene a acentuar la importancia de la filosofía alemana en la configuración de su pensamiento. También se ha señalado habitualmente la influencia del krausismo español (corriente de pensamiento que propugna la regeneración de España según las ideas del filósofo alemán K. F. Krause, y de la que fue miembro destacado Giner de los ríos) a través, por ejemplo, de la formación filosófica recibida en la Universidad de Madrid, impregnada de krausismo en la época. Pero, aunque coincidiendo en la idea de regeneracionismo, se diferencia Ortega de los krausistas en la actitud "aristocrática" con la que plantea el tema de la regeneración intelectual de España, lo que no impidió la colaboración con ellos en proyectos comunes.
Los primeros pasos de Ortega en la filosofía están dominados precisamente por esta preocupación, lo que le llevará a un planteamiento "objetivista" de su pensamiento. Tras la contrastación del desfase de la vida intelectual y científica española con respecto a la europea los intelectuales españoles adoptan dos actitudes contrapuestas: el desdén o la admiración, la vuelta a las raíces de lo "español" o la búsqueda en Europa de las claves de la regeneración española. Ortega pertenece a este segundo grupo; y su análisis le conduce a ver el desfase de España en la ausencia de método, de sistema, de rigor científico en su pensamiento. El español, sumido en el individualismo y la subjetividad, pierde la noción del mundo, de lo real, y se refugia en sus ensoñaciones fantásticas y literarias. La ciencia, el rigor y el método se le escapan. Es necesario sacarle de esa pesadilla mediante la exigencia de objetividad. Esta primera fase durará hasta 1914 fecha en que, con las "Meditaciones del Quijote" se abre la fase perspectivista de su pensamiento, en la que comienza a desarrollar los principales elementos de su filosofía de madurez que, paradójicamente, se opondrá a este objetivismo, oposición que se continuará en su fase racio-vitalista.
El significado del objetivismo en Ortega supone, pues, la valoración extrema de la ciencia, que es lo que diferencia a los europeos de los españoles (incluso de los habitantes del resto del mundo). La consecuencia es el enfrentamiento de Ortega a cualquier forma de subjetivismo, sea cual sea el ámbito de la actividad humana en la que se manifiesta. La crítica del subjetivismo personalista de los españoles, que les llevó a perderse en disputas intelectualmente baldías, llegará a adquirir tintes de antihumanismo, que le llevará a afirmar que tiene más valor un teorema matemático que "todos los empleados de un Ministerio". No son, pues, las cuestiones individuales las que pueden interesar al intelectual, sino su contraste con las cosas; pero para poder aquilatar el significado de "las cosas" es necesario adoptar una cierta distancia, no limitarse a ser arrastrados y verse inmersos en ellas, y esa distancia es la que da el pensamiento abstracto, la teoría.
Ahora bien, para Ortega es necesario que la teoría sea la expresión de un pensamiento sistemático, un pensamiento en el que todos los elementos se encuentren en su lugar, desde el que se ven dotados de un pleno significado. De ahí la insistencia de Ortega a lo largo de este período en la necesidad de un pensamiento sistemático y en la identificación de la teoría filosófica con el sistema filosófico o, cuando menos, con la voluntad de construir un sistema.