Análisis, comentarios y juicios críticos. Ejercicio 2
Elabora un juicio crítico del siguiente texto de Copérnico, en el que responde a los argumentos de los antiguos contra la movilidad de la Tierra
De Revolutionibus orbium coelestium, Libro I, cap. 8
Respuestas de Copérnico a los argumentos de que la Tierra está en reposo
"Pero si alguno pensara que la Tierra gira, dirá con razón que este movimiento es un movimiento natural y no uno violento. Ya que las cosas que suceden de forma natural producen efectos contrarios a los que están causados por la violencia. Efectivamente, las cosas a las que se aplica la fuerza o la violencia se corrompen por necesidad y no pueden subsistir mucho tiempo; por el contrario, los procesos naturales se mantienen adecuadamente y se conservan en su perfecta disposición. Por consiguiente, Ptolomeo no debió temer, pues, que la Tierra, junto con todas las cosas terrestres, reventara por el giro producido por acción de la naturaleza, que es muy distinto del que puede causar el arte o del que procede del ingenio humano. Pero ¿por qué no temió que sucediera eso (que reventara) más bien con el universo, cuyo movimiento ha de ser tanto más veloz cuanto que es mucho mayor el cielo que la Tierra? ¿Acaso el cielo ha llegado a ser tan inmenso a causa de que es separado del centro por la indecible vehemencia de ese movimiento, de modo que debería caer si de cualquier modo se detuviera? Por lo demás, si este razonamiento fuera válido, la magnitud del cielo se extendería hasta el infinito. Ya que cuanto más arrastrado es hacia arriba por la fuerza misma del movimiento, tanto más rápido será ese movimiento, a causa de la circunferencia constantemente creciente, circunferencia que debería recorrer en el periodo de veinticuatro horas; e inversamente: al aumentar el movimiento aumentaría también la inmensidad del cielo. De este modo, la velocidad haría aumentar hasta el infinito la magnitud, y la magnitud la velocidad.
(...)
Pero dejemos a las disputas de los filósofos decidir si el mundo es finito o infinito; nosotros, en todo caso, estamos seguros de que la Tierra está limitada por una superficie esférica entre sus polos. ¿Por qué dudaríamos, pues, durante más tiempo, para atribuirle una movilidad que puede concordar perfectamente por su naturaleza con su forma, más bien que descalabrar el mundo entero, cuyos límites ignoramos y no podemos conocer? ¡Cómo no admitiríamos que la realidad de este giro diario pertenece a la Tierra, y sólo su apariencia al cielo! Y que en consecuencia, ocurre lo que Eneas (en Virgilio) dice: salimos del puerto y las tierras y las ciudades se alejan.
En efecto, cuando un navío flota calmamente, los navegantes ven moverse, a imagen de su movimiento, todas las cosas exteriores y ellos creen permanecer en reposo, con todo lo que está con ellos. Ahora bien, en lo que concierne al movimiento de la Tierra, puede que, de manera semejante, se crea que el mundo entero se mueve alrededor de ella. Pero ¿qué diremos de las nubes y las demás cosas que flotan en el aire, así como de las que caen o, inversamente, ascienden hacia las alturas? Pues simplemente, que no sólo la Tierra, con el elemento acuoso que la acompaña, se mueve así, sino también una parte nada despreciable del aire y de todas las cosas que, del mismo modo, tienen una relación con la Tierra. Sea porque el aire cercano a la Tierra, mezclado con materia terrestre y acuosa, participe de la misma naturaleza que la Tierra, sea porque ese movimiento del aire sea un movimiento adquirido, del que participa sin resistencia como consecuencia de la contigüidad y del movimiento perpetuo de la Tierra."
(Según la versión de A. M. García López para "La Filosofía en el Bachillerato")