1. La génesis del marxismo
La obra de Marx contiene elementos que pertenecen a campos de la reflexión y la actividad considerados tradicionalmente como de orden diferente. Eso ha permitido tratar a Marx como un economista, como un filósofo, como un revolucionario, según los intereses de quien se acerca a sus obras, estableciendo una separación arbitraria en el comjunto de su pensamiento, que se ha prestado a diversas manipulaciones. Pese a ello, ha predominado entre sus estudiosos el afán por comprender su obra en conjunto, dado que el mismo Marx no estableció tales distinciones, y que utilizó elementos procedentes de un campo para aplicarlos a otro, extrayendo conclusiones que difícilmente pueden considerarse estrictamente económicas, filosóficas o políticas.
La triple influencia recibida por Marx
Así, se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el resultado de una triple influencia: la de la filosofía hegeliana, asimilada en sus años de estudiante en Berlín; la de la economía política inglesa, en la que se inicia durante su primer exilio en París; y la del socialismo francés, con el que también entrará en contacto durante su primer exilio en París, (llamado posteriormente "socialismo utópico", por contraposición a su propia interpretación del socialismo, conocida como "socialismo científico"). Esta triple influencia se puede desglosar en los siguientes elementos:
- a) De la filosofía hegeliana o, más bien, como resultado de su crítica del idealismo, tal como lo presentaba Hegel, (o sus seguidores, tanto de la derecha como de la izquierda hegeliana), conservará algunos conceptos que resultarán fundamentales en su pensamiento (especialmente las ideas de dialéctica y de historia como proceso orientado hacia un fin.)
- b) Del "socialismo utópico" francés (Saint-Simon, Fourier, Proudhom) tomará las ideas socialistas y revolucionarias de su pensamiento político, como la idea de la lucha de clases.
- c) De la economía política inglesa ( Adam Smith y David Ricardo), tomará las herramientas técnicas del análisis económico y sobre todo la idea del valor-trabajo como eje articulador de toda actividad productiva.
Se ha discutido el carácter y la permanencia de esta triple influencia en el conjunto de su obra. Los estudiosos del marxismo están de acuerdo, no obstante, en que no se puede reducir su pensamiento a un simple desarrollo de estos tres elementos, sino que el pensamiento de Marx va más allá de las implicaciones de cada uno de ellos tomado aisladamente, no pudiendo reducirse tampoco a una mera síntesis entre ellos; por el contrario, a partir de ellos Marx habría desarrollado un nuevo marco conceptual sobre el que acabaría construyendo su pensamiento: un pensamiento original, creativo, que ejercerá una influencia considerable en el desarrollo del pensamiento, (no sólo político y social, lo que resulta indudable), de la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX.
A) La crítica a la filosofía hegeliana
Marx rechazará la concepción hegeliana de la realidad, al considerar que la filosofía de Hegel suponía la afirmación de que todo lo real no era más que manifestación del Espíritu Absoluto, de la Idea, por lo que toda la realidad era reducida a idea, en última instancia. La naturaleza se presentaba, así, como un momento del desarrollo del Espíritu Absoluto, en el que lo ideal se niega en lo material, presentándose la materia como pura negatividad, una materia que debe reconciliarse con la idea para adquirir un status ontológico "positivo", pero que no por ello pierde su carácter ideal. La dialéctica hegeliana supone que, en el despliegue y desarrollo de la realidad, el sujeto y el objeto se oponen como momentos de ese mismo desarrollo, por lo que insiste en la afirmación de su carácter ideal, es decir, negando que puedan tener realidad independientemente el uno del otro.
Dado que la comprensión de esa mutua dependencia, simplificando la explicación hegeliana, es el resultado de la actividad racional, de la conciencia, donde se manifiesta como tal dependencia, Hegel entiende que es en el desarrollo de la conciencia donde se encuentra la clave para comprender y explicar la realidad como un movimiento que va desde la conciencia hacia la autoconciencia, por lo que, en última instancia, puede definir el Absoluto como "el pensamiento que se piensa a sí mismo", como realidad autopensante, como Espíritu. La realidad es concebida, pues, como pensamiento, como algo de carácter estrictamente racional, por lo que toda forma de realidad no puede ser sino mera expresión del pensamiento, del Espíritu.
Así como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como conciencia abstracta, el hombre sólo como autoconciencia; las diversas formas del extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la conciencia y de la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en sí (el objeto es concebido como tal) es simplemente un momento de diferenciación de la autoconciencia, así también surge como resultado del movimiento la identidad de la autoconciencia con la conciencia, el saber absoluto, el movimiento del pensamiento abstracto que no va ya hacia afuera, sino sólo dentro de si mismo; es decir, el resultado es la dialéctica del pensamiento puro.(Marx, Manuscritos económico-filosóficos).
Marx rechazará esta concepción de la realidad como Espíritu Absoluto, al considerar que no es la conciencia, (el pensamiento), la esencia o elemento revelador y productor de la realidad, sino, por el contrario la actividad material el agente productor de la conciencia. Es cierto que la realidad es, para Hegel, lo Absoluto, la totalidad de lo real, pero también lo es que el Absoluto se concibe esencialmente como sujeto, como Espíritu, por lo que la relación que establece la filosofía hegeliana entre el ser y el pensar parece conducir a la tesis de que es el pensar el que determina y regula el ser de la realidad. Para Marx, por el contrario, es el ser el que determina el pensar, por lo que la conciencia se produce, pues, en el seno del desarrollo dialéctico de una realidad concebida como materia en movimiento.
Por otra parte, una de las consecuencias del idealismo hegeliano era la consideración de que la realidad social, política, está estructurada racionalmente, por lo que parecía justificar las formas del Estado y de la organización social de su época como el necesario y único orden posible de la realidad. La filosofía hegeliana se presenta, en efecto, como la exposición del sistema de la realidad, en el que todos los elementos encuentran su justificación y su sentido. Ahora bien, esa realidad social, en plena expansión del capitalismo, Marx la considera contraria a lo que una ordenación estrictamente racional podría sugerir, encontrando ahí otro motivo de rechazo a la filosofía hegeliana.
Por lo demás, para el idealismo, el ser humano es fundamentalmente espíritu, un espíritu cuya esencia se resuelve en su autoconciencia, concepción que deriva de una consideración puramente "abstracta" e irreal del ser humano. Para Marx, por el contrario, el ser humano no puede ser identificado con una esencia o "naturaleza" humana en general; el ser humano está siempre condicionado históricamente por las relaciones en que interviene con los demás seres humanos y con la naturaleza, por las exigencias del trabajo productivo: es un ente social, y socialmente determinado. Su "naturaleza" viene definida por las condiciones de la sociedad en la que se desarrolla su existencia. El idealismo es considerado, así, como un instrumento ideológico, al servicio de la burguesía, cuyo objetivo no es otro que el justificar las formas de explotación dominantes.
No obstante, Marx conservará de la filosofía hegeliana la idea de que la realidad es dialéctica, es decir, que no puede concebirse como un conjunto de objetos, sino como un conjunto de procesos, (lo que tanto Marx como Engels consideraban la dimensión positiva, revolucionaria, de la filosofía hegeliana), pero invirtiendo la dirección en que tal movimiento se produce. En la medida en que se conserva la idea de que la realidad es dialéctica, se mantendrá también la concepción del desarrollo de la realidad como historia: no como un mero conjunto o sucesión de hechos, sino como el resultado de la oposición de elementos contrarios que, superando sus antagonismos, la conducen a un mayor grado de perfección y desarrollo. La concepción materialista de la realidad, la dialéctica y la historicidad son elementos que se generan, pues, a raíz de la crítica de Marx al idealismo hegeliano.
La filosofía hegeliana se había bifurcado en dos corrientes, la derecha y la izquierda hegeliana, que tampoco escaparán a la crítica de Marx. La derecha hegeliana primaba la interpretación cristiana de Hegel, apoyándose en la filosofía de la religión, y adoptando una posición conservadora en las cuestiones sociales y políticas. La izquierda hegeliana, representada por Arnold Ruge, Bruno Bauer y Feuerbach, entre otros, primaba la interpretación crítica de la filosofía de la religión, partiendo de la crítica que Hegel había hecho del cristianismo, y adoptando posiciones renovadoras en lo político. Marx criticará a la derecha hegeliana su papel justificador de una sociedad plagada de desigualdades y limitaciones políticas, al desarrollar una filosofía que propone la aceptación de la historia y de su resultado final, el Estado alemán de la época, al que presenta como la realización suprema y acabada de la dialéctica de lo Absoluto.
Respecto a la izquierda hegeliana, pese a las simpatías iniciales por ella y a la amistad que mantuvo con algunos de sus representantes, Marx criticará su incapacidad para ir más allá de la crítica académica de la religión y la petición de algún derecho político, expresión de su idealismo revolucionario e ingenuo, crítica que será recogida en obras como "La sagrada familia" o "La ideología alemana". De Feuerbach, no obstante, le atraerá inicialmente su defensa del materialismo, pero le decepcionará que se trate de un materialismo mecanicista (olvidando, pues, la dialéctica), y que sus reflexiones se queden en un plano puramente teórico. Lo que Marx consideraba positivo en la filosofía hegeliana, la concepción dialéctica de la realidad, Feuerbach lo elimina de su discurso; y lo que Marx consideraba negativo, la consideración puramente teórica, abastracta, de la realidad, como algo que ocurre en y para la conciencia, Feuerbach lo conserva en su discurso.
Particular consideración le merece, no obstante, el estudio que Feuerbach hace de la alienación, del que partirá Marx para elaborar su propia concepción, que ocupará un lugar destacado en el conjunto de su pensamiento, especialmente acentuado por quienes ven en el marxismo un humanismo. El resultado de la crítica a la izquierda hegeliana se plasma en las breves "XI Tesis sobre Feuerbach", expresión de su ruptura definitiva con el idealismo hegeliano y el de sus epígonos, que deberá ser sustituido por una filosofía (si este término tiene ya algún sentido para Marx) de la "praxis".
B) La influencia del socialismo utópico francés
En cuanto a las ideas socialistas, debieron serle conocidas las referencias homéricas a la comunidad de vida y de bienes de los aqueos, así como los planteamientos comunistas de Platón en la República, de donde derivan otras utopías conocidas por toda persona culta de la época, especialmente las renacentistas. No obstante, no es de ellas de donde extrae Marx sus ideas socialistas, sino de las ideas socialistas generadas al amparo de la Revolución francesa, con las que entra en contacto por primera vez, probablemente, durante su relación con los Jóvenes Hegelianos, y por las que se sintió fuertemente atraído.
Las ideas que predominaban por aquel entonces eran las del conde de Saint-Simon y de Fourier, teñidas de romanticismo y recogidas en la literatura y poesía de la época. Junto a ideas en las que se destaca la importancia de la "industria" y el deseo de un estudio científico de la realidad social, así como el cooperativismo y la lucha contra las desigualdades sociales, se encontraban formulaciones visionarias y moralizantes, que provocarán el rechazo de Marx y la crítica de este socialismo "utópico" y alejado de un socialismo realista y científico. No obstante, será en su exilio en París, en 1843, cuando Marx entrará en contacto de una manera más intensa y directa con el socialismo utópico francés, a través del anarquista Proudhon y de Louis Blanc, dos de sus destacados líderes, pero con quienes entrará más tarde en conflicto, respondiendo, por ejemplo, a la obra de Proudhon "La filosofía de la miseria", con su conocida "La miseria de la filosofía", de 1847.
También en esa época conoce al anarquista Bakunin, del que se distanciará posteriormente, a medida que se va perfilando su rechazo del "socialismo utópico" y la formulación de su propio socialismo científico. No obstante, el rechazo de las desigualdades sociales, la necesidad de una revolución social y la idea de la lucha de clases, entre otras, pasarán a formar parte, reformuladas desde el socialismo científico, de su pensamiento.
C) La influencia de la economía política inglesa
También de la época de su primer exilio en París, en 1843, data el interés de Marx por la economía política inglesa, sumergiéndose en la obra de Adam Smith y Ricardo, lo que, sumado a su contacto con las ideas y actividades políticas de los socialistas, supondrá un nuevo giro de radicales consecuencias en su pensamiento. No es de extrañar este interés por la economía, ni puede ser considerado como algo súbito y desconectado de las anteriores reflexiones y actividades de Marx. Ya anteriormente había alabado a Hegel por haber visto, en la "Fenomenología del espíritu", que el ser humano es trabajo productor, actividad mediante la que transforma la naturaleza, y mediante la cual se realiza como tal, encaminándole al mismo tiempo hacia la libertad. Pero este trabajo, que realiza y libera al ser humano, al que se refiere Hegel es un trabajo ideal, abstracto: algo que se da sólo en y para la conciencia, como el resto de su filosofía.
La realidad del trabajo, sin embargo, es bien distinta. Marx entra en contacto con ella durante su actividad en la "Gaceta Renana", conociendo de primera mano los conflictos del proletariado y del campesinado, su situación real respecto al trabajo. Una realidad que vuelve a conocer de primera mano en su exilio en París, a través de sus contactos con el movimiento socialista francés. Lejos de permitir la realización y la libertad de los seres humanos, el trabajo real es fuente de alineación y de esclavitud. ¿Cómo es posible que la actividad productiva del ser humano, su propio trabajo, se convierta en fuente de alineación y esclavitud?
La necesidad de comprender, de estudiar el trabajo en la sociedad industrial se le impone como una prioridad. De ahí el interés por la economía política inglesa, representada fundamentalmente por Adam Smith y David Ricardo. Los economistas ingleses gozaban de un extenso pasado industrial, por lo que en sus estudios habían considerado ya el papel del trabajo en la actividad industrial, con más precisión y amplitud que la que se podría encontrar en el resto de economistas europeos.
Marx encontrará en la teoría del valor de David Ricardo el punto de partida para su propia teoría del trabajo. Según Ricardo, el valor del trabajo equivale a lo que cuesta renovar, regenerar, la capacidad de trabajo consumida. El patrón ha de pagar al trabajador, pues, lo necesario para que éste recupere sus fuerzas y esté en condiciones de seguir trabajando, lo que abocaba a los trabajadores a la percepción de salarios de estricta supervivencia. No parece haber ahí ningún elemento que permita explicar la generación de las desigualdades: el trabajo se presenta como una mercancía por la que se paga un precio (salario) que al trabajador le permite regenerarla por otra equivalente a la consumida.
Pero el trabajo, observa Marx, es una mercancía especial: su consumo no sólo satisface una necesidad (como hace cualquier otra mercancía) sino que, además, genera un producto que es superior a lo consumido, genera plusvalía. Al retribuir al trabajador, mediante el salario, lo necesario para recuperar su "fuerza de trabajo", esa plusvalía no se le restituye, sino que queda en manos del patrón. Y la acumulación de esas plusvalías es lo que da origen al capital. De ahí la producción de las desigualdades sociales, de la división en clases, de la conversión del trabajo en instrumento de alineación y esclavitud, en lugar de realización y libertad de los seres humanos. De ahí, también, la necesidad de profundizar en el estudio del trabajo y del capital, estudio al que progresivamente dedicará más tiempo, durante el resto de su vida, convencido de haber encontrado los elementos para dotar de una base científica a las pretensiones revolucionarias del proletariado.
Podemos decir, pues, que los principales elementos del pensamiento de Marx, (materialismo, dialéctica, praxis, eliminación de las desigualdades, lucha de clases, revolución comunista, trabajo, capital), se generan a raíz de una relación crítica con las influencias que recibe a través de la filosofía alemana, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa y no, simplemente, que derivan "mecánicamente" de tales influencias.