3. Estado moderno y filosofía política
Actualizado en agosto de 2023
El Estado moderno
En los siglos XV y XVI observamos el desarrollo del absolutismo político, cambio histórico que se verá reflejado en la filosofía política de la época. Entre los acontecimientos más significativos al respecto podemos considerar, en Inglaterra, la aparición del absolutismo de los Tudor, iniciado con Enrique VII (1485-1509), al establecer un poder monárquico centralizado al término de la guerra de las Dos Rosas. En España, el matrimonio de Fernando e Isabel, (1469), reunió los reinos de Castilla y Aragón bajo la misma corona, base del desarrollo del absolutismo español que culmina con Carlos V (1516-1556). También en Francia podemos situar el origen del absolutismo en 1453, al término de la guerra de los Cien Años. A diferencia de lo ocurrido en España, en Inglaterra y Francia los comerciantes apoyaron la centralización del poder, a expensas de la nobleza feudal. Ello no significa, por supuesto, que el despotismo monárquico fuera la única teoría política del Renacimiento, sino que debe interpretarse como la expresión de la necesidad de unidad ante las cambiantes circunstancias económicas e históricas. En este sentido, la defensa del absolutismo político es una consecuencia de la creencia de que sólo un poder centralizado, fuerte y sin apenas limitaciones, es capaz de controlar las fuerzas que tienden a la "disolución" de la sociedad.
A medida que el absolutismo político se impone se desarrolla la teorización sobre algunos problemas derivados de la justificación del poder. Entre ellos podemos destacar:
— La teoría del derecho divino de los Reyes y la limitación de su poder.
— Las nuevas reflexiones sobre la naturaleza y las bases de la sociedad política.
— El desarrollo de la conciencia nacional y su fundamento, justificación y límites.
— Las nuevas reflexiones sobre la ley natural y los derechos naturales. La ley natural implicaría una limitación en el ejercicio del poder político y actuaría como fundamento de los derechos naturales (propiedad privada, herencia, etc....) de los individuos.
— La reconsideración de la relación de la Iglesia con el Estado.
— El desarrollo de las teorías del contrato como fundamento de la sociedad civil.
La filosofía política
A) Nicolás Maquiavelo (1469-1527)
Maquiavelo nace en Florencia en 1469, de familia noble, y recibe una educación esmerada. Participa activamente en la vida política hasta los 44 años, dedicándose entonces a la teoría política. Su obra más importante es "El Príncipe". Maquiavelo se interesó fundamentalmente por presentar la mecánica del gobierno, prescindiendo de las cuestiones morales, y formulando los medios por los cuales el poder político puede ser establecido y mantenido. En la medida en que el fin del Estado es garantizar la seguridad y el bienestar, el gobernante tiene derecho a valerse de medios inmorales para la consolidación y conservación del poder. El pensamiento de Maquiavelo está dominado por el realismo político: se ha de analizar el acto político puro, sin connotaciones trascendentes o morales. Este acto sólo es válido si resulta eficaz. Mediante este análisis pretende alcanzar las leyes inmutables y necesarias que rigen la historia del hombre, puesto que ésta se repite inexorablemente, pudiendo deducirse así lo que será la historia futura de la humanidad.
En este contexto, le resulta especialmente interesante el análisis de la personalidad del político. El político ha de ser una persona hábil, capaz de manipular situaciones valiéndose de cualquier medio; ha de poseer destreza, y una equilibrada combinación de fuerza y tesón, además de intuición para sortear los obstáculos que se le presente y una carencia total de escrúpulos. Ha de ser además capaz de actuar según los cambios momentáneos, buscando apoyos o forzando traiciones según las circunstancias. En consecuencia, el político no debe poseer virtud alguna, pero ha de estar en condiciones de simular poseerlas todas, lo que supone actuar con absoluta indiferencia ante el bien y el mal (amoral) con absoluto despotismo.
Respecto a las formas de gobierno, Maquiavelo considera la República como la mejor forma de gobierno posible, lo que parece difícilmente conciliable con su doctrina del despotismo político anteriormente expuesta. No obstante, el despotismo estaría justificado sólo como paso previo a la ordenación del Estado sobre el que se establecería la República. El despotismo político sería entonces un mal menor que conllevaría la posibilidad de establecer un gobierno republicano, es decir, un gobierno de la mayoría. El gobernante es bueno, es decir, justificable, por su eficacia, no por sus connotaciones ético-religiosas. No se trata de describir estados ideales, sino de gobernar estados reales. En definitiva, la "modernidad" de Maquiavelo parece radicar en el énfasis que puso en el Estado como un cuerpo soberano que mantiene su vigor y unidad mediante una política de fuerza, aunque no elaboró ninguna teoría sistemática e ni se preocupó tampoco nunca de hacerlo.
B) Tomás Moro (1478-1535)
Bajo la influencia platónica (de la "República") escribió una novela filosófica que describe un Estado Ideal en la Isla de Utopía, teniendo como fondo una idealización de la vida moral de su época y, al mismo tiempo, una crítica de las condiciones sociales y económicas. Aunque desconocía "El Príncipe" su obra iba dirigida contra el ideal del gobierno despótico defendido por Maquiavelo. Igualmente se opone a la explotación comercial y contiene ideas que reaparecen posteriormente en el socialismo.
En su novela nos presenta una sociedad agrícola, en contraste con una sociedad adquisitiva, cuya unidad central es la familia. No existe propiedad privada ni el dinero es el medio medio de intercambio. Los medios de vida están asegurados para todos, en vistas a la creación de tiempo libre que se emplearía en objetivos culturales. La libertad y la tolerancia religiosa, dentro del respeto de la religión natural, son las piedras angulares de la vida en Utopía, en la creencia de que la vida política y la moral no podrían ser disociadas.
La Utopía de Tomás Moro, aun conteniendo aspectos ilustrados y prácticos, es ante todo una idealización de las sociedades cooperativas del pasado y, en algunos aspectos, se opone al avance de las fuerzas y tendencias que darán paso a la modernidad (como la expansión del comercio y la separación de poderes, entre otras).
C) Tommaso Campanella (1568-1639)
Giovanni Domenico Campanella nació el 5 de septiembre de 1568 en Stilo, ciudad perteneciente entonces al Reino de Nápoles, que se encontraba bajo dominación española (actualmente en la región italiana de Reggio Calabria). Siendo muy joven, con apenas 15 años, entra en la orden de los dominicos, cambiando su nombre por el de Tommaso, con el que será conocido en adelante. Influido por Telesio, su filosofía contraria al aristotelismo escolástico inspirará la primera obra de Campanella Philosophia sensibus demonstrata (Filosofía demostrada por los sentidos), obra que publicó en Nápoles en 1591, a donde se había mudado en1589 sin permiso de la orden. A raíz de ello es arrestado y acusado de herejía, pero es puesto en libertad pocos días después. Tras su liberación viajará a Padua donde, en 1593, será acusado de sodomia, y exculpado. Tras haber sido acusado nuevamente de herejía, en gran parte por sus argumentos antiaristotélicos, será enviado a Roma, donde terminará por retractarse, en 1596, de la herejía de que se le acusaba.
Tras regresar a Stilo, en 1598, se verá muy afectado por las condiciones miserables en que vivían sus conciudadanos, lo que, unido a sus ideales políticos de renovación de la sociedad, gobernada por la razón, al igual que lo está el Universo, le llevarán a liderar un complot contra la dominación española. Pero descubierto el complot por las autoridades españoles es detenido y enviado a Nápoles. Simulando locura consigue escapar de la pena de muerte que se solicitaba contra él, siendo condenado no obstante a cadena perpetua. Permanecerá en la cárcel durante 27 años, donde escribirá la mayoría de sus obras.
Poco después de su liberación, en 1626, es nuevamente acusado de herejía y encarcelado en Roma, donde consigue ganarse el favor del papa urbano VIII y será liberado en 1629. Pese a sus intentos, constatará que sus ideas no serán aceptadas por Roma. Acusado de participar en un nuevo complot contra la dominación española en Nápoles, conseguirá huir a Francia donde, bajo la protección de Louis XIII y del Cardenal Richelieu, permanecerá hasta su muerte, que tendrá lugar en París, el 21 de mayo de 1639.
Entre sus numerosas obras, que abarca temas muy diversos, incluyendo la poesía, podemos señalar las siguientes: Philosophia sensibus demonstrata [La filosofía demostrada por los sentidos], (1591). De sensu rerum et magia [Del sentido de las cosas y de la magia], (1620). Apologia pro Galileo [Apología de Galileo], (1622). Civitas solis [La Ciudad del Sol], (1623). Atheismus triumphatus [El ateísmo derrotado], (1631). Philosophia universalis seu metaphisica [Filosofía universal o metafísica], (1637). De monarchia hispanica [La monarquía española], (1640). La obra completa de Campanella está disponible en el Archivio Tommaso Campanella .
Pensamiento
Tommaso o Tomasso Campanella fue un defensor a ultranza de la libertad de pensamiento en una época, a finales del Renacimiento, en la que todavía era frecuente sufrir penas de cárcel, tortura e incluso la ejecución pública, por manifestar opiniones o defender filosofías que no eran del agrado de las jerarquías eclesiásticas, políticas o de la Inquisición. Campanella, además, participó activamente en la vida política de su comunidad, llegando a liderar en su juventud una revuelta contra la dominación española del Reino de Nápoles, entonces en manos del virrey Fernando Ruiz de Castro, (durante el reinado de Felipe III, llamado “el Piadoso”), siendo traicionado y dando con sus huesos en la cárcel donde permaneció por 27 años. Saldrá de la cárcel durante el reinado de Felipe IV, (llamado el Grande y el Rey Planeta).
Siendo joven se vio influido por la filosofía naturalista de Telesio, marcadamente antiaristotélica, adoptando la primacía del conocimiento sensible, obtenido por la observación directa de la Naturaleza, como una característica firme de su pensamiento. Recordemos que para la tradición aristotélica y tomista la sensibilidad era sólo el punto de partida del conocimiento. Esta oposición a la tradición aristotélica y a la escolástica no le llevó, sin embargo, a rechazar el papel de las sagradas escrituras y de la Iglesia católica, ni en ámbito del conocimiento, ni en el de la función político social, al considerarla como forma de poder unificador de la humanidad, como se puede observar por su marcado carácter teocrático. Junto a la afirmación del conocimiento sensible, Campanella fue un defensor de la ciencia naciente, escribiendo incluso una obra en favor de Galileo Galilei en la que, junto a la defensa de la libertad de pensamiento reclama la importancia de las nuevas ciencias positivas como forma verdadera y necesaria de conocimiento.
Pese a su persecución por parte de la Inquisición y de algunas jerarquías eclesiásticas, acusado de herejía, siempre se consideró vinculado a la ortodoxia eclesial, manifestando reiteradamente la superioridad del cristianismo frente a otras religiones. Campanella consideraba que los nuevos descubrimientos y las teorías a que dan lugar, o en que se fundan, no son contrarias a los libros sagrados sino sólo al aristotelismo. La teología y la filosofía de la naturaleza no son antagonistas, sino que ha de ser posible conciliar razón y fe, aunque ha de hacerse de un modo muy diferente al de la doctrina elaborada por la escolástica, de marcado carácter aristotélico. Este nuevo modo requiere libertad de pensamiento y, en consecuencia, libertad de investigación y de difusión de la nuevas ideas (las obras de la mayoría de los intelectuales contemporáneos de Campanella acababan formando parte de la lista de libros prohibidos, el famoso Index). Y esta libertad no se puede limitar a la filosofía de la naturaleza, sino que debe extender a la exégesis de las Escrituras (algo a lo que el Concilio de Trento se había opuesto decididamente, defendiendo una lectura literal de las mismas).
No sólo pretendió conciliar la filosofía experimental con la teología, sino que también le concedió credibilidad a la alquimia, la magia y la astrología, lo que no resultaba tan extraño en su época. Otros filósofos contemporáneos suyos defendieron posiciones similares.
En metafísica postulaba una estructura participativa del ser, en consonancia con la tradición platónica, cuyos atributos (Poder, Sabiduría y Amor, junto a la necesidad, destino y armonía) se extienden por todos los entes particulares, que están constituidos de ser y no ser, dando lugar a entes con distintos grados de realidad, en los que se manifiesta el soberano bien metafísico. A medida que se desciende en la escala de ser las cosas participan más del no-ser, pero dichos atributos siguen estando presentes en toda realidad, por ínfima que sea, manifestando de alguna manera la grandeza de Dios. El ser humano, por lo demás, es considerado un universo en miniatura, un microcosmos, a partir de cuyo conocimiento se puede establecer un paralelismo o analogía con el macrocosmos, el mundo en que vivimos, que nos permite avanzar en el conocimiento de la Naturaleza. Además, al considerar que la Naturaleza era la imagen de Dios no debería haber nada reprobable en el desarrollo del conocimiento sensible para poder leer el libro de la Naturaleza. Una Naturaleza en la que todas las cosas están vinculadas y donde se tejen redes de afinidades y oposiciones, configurándose como una totalidad orgánica.
En su Apología de Galileo, publicada por primera vez en 1622 en Frankfurt, pero que había circulado ya como manuscrito años antes, durante su redacción, defiende la libertad de filosofar, y la validez del método experimental. En ella Campanella se plantea la defensa de las tesis copernicanas de Galileo (que ya habían sido condenadas por Roma) en una clara reivindicación de la libertad de pensamiento e investigación y del método experimental. En un formato similar al de las cuestiones escolásticas, Campanella plantea 10 argumentos contra Galileo y otros 11 en favor de Galileo, presentando a continuación tres tesis para determinar cómo se debe juzgar de esta controversia, concluyendo que “ni quien tiene fidelidad hacia Dios sin la ciencia, ni quien tiene la ciencia sin fidelidad hacia Dios, pueden ser jueces de esta controversia”. Habrá que buscar, pues, tanto en el discurso bíblico como en la investigación filosófica la solución de la controversia, en un claro alegato a la necesaria relación entre la teología y la filosofía. Así, buscará en el discurso bíblico y en el de los padres de la iglesia todo tipo de argumentos que permitan justificar un discurso antiaristotélico, como es el de Galileo, mostrando que no entra en contradicción con la religión, sino sólo con la doctrina aristotélica (que había sido adoptada por Sto. Tomás de Aquino y se había convertido en la doctrina oficial de la Iglesia). Y del mismo modo, pondrá de manifiesto cómo principios básicos de la ciencia copernicana y Galileana no entran en conflicto con el discurso religioso. Es precisamente esa confusión o simbiosis entre la doctrina aristotélica y la doctrina de la Iglesia lo que intentará denunciar y combatir. Concluirá, pues, que las observaciones de Galileo están de acuerdo “con las interpretaciones antiguas y modernas de las Sagradas Escrituras” por lo que “no se puede prohibir la investigación de Galilei, ni suprimir sus libros, sin que haya escarnio para la Escritura” o incluso de que quienes así actúan estén obrando contra las Escrituras mismas. (Tomasso Campanella, Apología de Galileo, Traducción de Nicola Tudisco, Ed. El cuenco de plata, Buenos Aires, 2006.)
La Ciudad del Sol
“La Ciudad del Sol” es una utopía teocrática, inspirada en la “Utopía” de Tomás Moro, pero también, aunque en menor medida, en la “República” de Platón, en la que Campanella expone su ideario político y social, en el contexto del milenarismo que comparte con otros autores de su tiempo. En ella se plasman tanto su idea de la existencia y la función de una religión natural (que identifica con un cristianismo liberado de sus abusos) como sus principios metafísicos, que se aplican no sólo al mundo físico y trascendental, sino también a la misma organización política y social de la Ciudad del Sol.
Campanella sitúa la Ciudad del Sol en el hemisferio sur, en una zona que podría coincidir con la actual Sumatra, aunque antiguamente se asoció a Ceilán. La ciudad, que se encuentra en una colina en medio de una vasta llanura, está constituida por siete círculos concéntricos, atravesados por dos grandes corredores orientados a los puntos cardinales. A la ciudad le asigna un diámetro de “dos o tres millas”. Cada uno de los círculos está fortificado, haciendo muy difícil que la ciudad pueda ser conquistada. En el círculo central, situado en una llanura en la cima de la colina, se halla el Templo, en el que se encuentran representaciones de los cielos y la Tierra y sus distintos fenómenos.
El gobierno
En la Ciudad del Sol se unifican el poder político y religioso bajo la figura de Hoh o el Metafísico, asistido por el triunvirato de Poder, Sabiduría y Amor, por lo que se se asocia a una teocracia. Como podemos observar, la estructura política se corresponde con la estructura metafísica siendo los asistentes del Metafísico los mismos atributos del Ser. Los mandos intermedios son elegidos, no obstante, desde la base y tienen a pesar de todo un importante papel en la organización y administración de la sociedad. El ámbito de actuación de cada triunviro está perfectamente delimitado. Al Poder le corresponde todo lo relativo a la guerra y la paz, así como al arte militar (intendencia, armamento, fortificaciones, estrategias, etc.). A la Sabiduría, lo relativo a las artes liberales y mecánicas, así como sus doctores y Magistrados, de los que hay tantos como ciencias. Al Amor le corresponde controlar todo lo relativo a la procreación con el fin de que se engendre una prole excelente, regulando las uniones carnales. Pero también le corresponde la educación de los hijos, así como la agricultura y todo lo relativo a la alimentación y el vestido. Para ello dispone de numerosos Maestros y Maestras expertos en las distintas funciones. Los triunviros están obligados a actuar siempre de acuerdo con Hoh, el Metafísico, sin cuya aprobación nada se hace.
Otros puestos de mando de inferior categoría a los cuatro anteriores son los Magistrados. Los Magistrados vigilan que no haya ofensas entre la gente y que no se rompa la fraternidad entre los habitantes de la Ciudad del Sol. Hay tantos Magistrados como virtudes, y para cada cargo es elegido aquel que desde su infancia mostró mayor inclinación para cada tipo de virtud. Para llegar a ser Magistrado de un arte o ciencia se tendrá que haber destacado en la ciencia o arte mecánico correspondiente, lo que habrá requerido experiencia práctica en contacto con la naturaleza y el trabajo físico. Cuantas más artes se dominen más noble se considera a la persona, y más opciones tendrá de llegar a ser Magistrado. Los Magistrados son propuestos por la Asamblea general, a la que pertenecen todas las personas mayores de 20 años, y que se reúne cada novilunio y plenilunio. Por otra parte, cada 8 días se reúnen Hoh, junto con Poder, Sabiduría y Amor, con los Magistrados y las jerarquías militares, tanto de hombres como de mujeres, eligiendo a los Magistrados propuestos en la Asamblea general, y ocupándose además de todas las cuestiones que interesan a la República. Los funcionarios públicos cambian de acuerdo con la voluntad popular, pero Hoh y el triunvirato de Poder, Sabiduría y Amor, no lo hacen, retirándose cuando tras haber deliberado entre sí, cedan el mando a quien consideran más idóneo que ellos. Para llegar al máximo nivel, el de Hoh, se requiere el conocimiento de todas las artes mecánicas y ciencias, así como la historia de todas las naciones, ritos, leyes, etc., debiendo tener al menos 35 años para poder aspirar al cargo. Las personas elegidas para estas cuatro funciones permanecen en sus cargos mientras no haya otra mejor para desempeñarlo.
La comunidad de bienes
Respecto a la propiedad, Campanella considera la comunidad de bienes como el sistema óptimo, de acuerdo con la filosofía. Rechaza la prevalencia de la propiedad privada y busca numerosos argumentos, tanto en la filosofía como en las Escrituras para defender la comunidad de bienes como el régimen natural de distribución de bienes entre el género humano. Este orden racional se correspondería con el orden natural, desarrollando así la idea de un isomorfismo entre la organización de la Ciudad del Sol y el orden del Universo. Si en las sociedades conocidas no se respeta ese orden natural y se ha instaurado un régimen de propiedad privada, ha de deberse a algún grave accidente que habrá que subsanar.
Campanella considera que todas las cosas son comunes por derecho natural. Para ello se apoya en textos de autores cristianos o en la misma Biblia y Evangelios y así defiende que son de esta opinión San Clemente, los Apóstoles, San Isidoro y los mismos libros del Génesis, tratando de mostrar así que la comunidad de bienes y la vida en común forman parte de la doctrina y de buena parte de la práctica primitiva de la Iglesia. Condenar la vida en común, o decir que va en contra de la Naturaleza, lo considera una herejía. Lo que va en contra de la Naturaleza, nos dice, es la propiedad de los bienes que, aunque se ha convertido en práctica común, sólo pudo haberse instaurado por una injusticia. Por ello, en su República y en su ideario político Campanella adopta la comunidad de bienes, con lo que se respeta la Naturaleza y se eliminan muchos de los grandes vicios de la sociedad, como la avaricia, el fraude en los contratos, los hurtos, los robos, la opresión de los pobres, la tacañería, la ignorancia, las enemistades, las envidias, etc.
Las casas, los dormitorios, incluso los lechos, son comunes, al igual que “todas las demás cosas necesarias”. La distribución del uso corre a cargo de los Maestros quienes indican por medio de alfabetos colocados sobre las puertas a quien y con quienes corresponde habitar cada estancia. Las artes mecánicas y especulativas también son comunes a hombre y mujeres, pero Campanella nos advierte de que aquellos trabajos más pesados y que requieren de mayor fortaleza son ejecutados por hombres y el resto por mujeres, excepto trabajar la madera y fabricar armas, que lo tienen prohibido. Sin embargo sí podrán dedicarse a la pintura si muestran aptitud para ello. En cuanto a la música es una actividad reservada a las mujeres, y a veces a los niños, por mostrar mayor aptitud para ella y producir mayor deleite al ejecutarla; a los hombres se les permitirá cuando se requiera el uso de trompetas y tambores. Hacer la comida, que es colectiva, es también tarea de las mujeres, y seguirán las indicaciones de los médicos para preparar los distintos platos para cada grupo de edad y sanos y enfermos. El servir la comida, sin embargo, es cosa de los niños y niñas, hasta los 20 años, y también de los jóvenes entre ellos. Se come en silencio, mientras una persona joven lee un libro desde una tribuna, comentado de vez en cuando por un Magistrado para destacar ciertos contenidos de la lectura. Por lo demás comen de todo (carnes, pescados y verduras) variando la alimentación según las orientaciones de los médicos, que tienen también en cuenta la edad y la constitución de los individuos. Consideran que se deben comer los alimentos que se producen en cada estación (los que actualmente llamamos “de temporada”) pero nunca de forma excesiva, para evitar posibles efectos perjudiciales. Así, en verano toman frutas, en invierno alimentos secos y en otoño uvas, por ejemplo. Respecto al vestido, Campanella señala la pulcritud y el cuidado en la limpieza de la ropa así como los cuidados higiénicos que incluyen el lavado corporal frecuente, siguiendo las indicaciones de los médicos y magistrados. Un sistema de fuentes y canalizaciones ofrece abundante agua para todas las necesidades de la ciudad, así como desagües que van a parar a las cloacas.
Dentro de la comunidad de bienes se encuentra también la llamada comunidad de mujeres e hijos. El objetivo prioritario parece ser el establecimiento de una forma de eugenesia, de modo que la procreación no quede en manos de los intereses y las pasiones individuales, sino que esté controlada por el estado, a quien corresponderá establecer los turnos y las parejas de los apareamientos de cara a la procreación. Respecto a la obtención de placer sexual, se habilita la copulación discrecional de todos los hombres con determinadas mujeres que hayan sido descartadas para la procreación y que no se encuentren en condiciones de procrear. Estamos lejos, pues, de hablar de una libertad sexual en plano de igualdad entre hombre y mujeres (a diferencia de lo que ocurrirá en la educación) y más cerca de lo que es el tradicional rol de la mujer como objeto sexual tan característico del patriarcado.
Respecto a la comunidad de mujeres considera que, establecida tal como lo está en su República, no se opone al derecho natural (p.224) ya que la unión carnal de los individuos se da sólo en vistas a la procreación y de forma organizada (por los Magistrados responsables), y no a discreción de los que se unen, por lo que queda eliminado un presunto trasfondo animal, irracional, de la sexualidad.
La procreación
Las mujeres y hombres aptos para procrear han de tener al menos 19 y 21 años, respectivamente. Antes de dicha edad la abstinencia se premia con honores, pero la unión carnal no está prohibida: se puede permitir a los hombres con mujeres “estériles o grávidas”, siempre que se solicite adecuadamente y con el fin de evitar la sodomía (que es castigada incluso con la muerte). La sexualidad con vistas a la procreación también está completamente regulada. Los Magistrados encargados de su supervisión y control deciden quien se ha de aparear con quién, dónde, cuándo, en qué circunstancias astrales, días, horas, etc… Con los cruces de personalidades y temperamentos de los apareantes, ya sean afines o no, y aún contrapuestos, se pretende buscar la armonía de los organismos gestados, armonía de la que nacen todas las virtudes. Los apareamientos tendrán lugar cada 2 días, durante un tiempo determinado, hasta certificar el embarazo o la esterilidad de la mujer. Las mujeres estériles se convierten en “comunes para todos”.
Defienden que la procreación es un derecho público, al tener por objeto la conservación de la especie, por lo cual consideran claro que no se pueden poseer mujeres, domicilios ni hijos, lo que generaría por lo demás una prole deficiente y mal criada que provocaría la degeneración de la República. Lo cual entronca con la comunidad de bienes y de personas que caracteriza a la Ciudad del Sol. La comunidad de mujeres, tanto en lo referente al mutuo obsequio como en cuanto al lecho, lo es preferentemente en orden a la procreación. Campanella reclama en defensa de esta idea las opiniones de Sócrates, Platón, Catón y San Clemente, aunque San Agustín acepte la comunidad de bienes como natural, pero no la de las mujeres.
La educación
La enseñanza estará basada en los elementos figurativos de las distintas artes y ciencias, cuyos elementos más fundamentales se encuentran representados en las paredes de los distintos círculos de la ciudad así como en el Templo central. Un numeroso grupo de formadores estará a cargo de la instrucción de las personas más jóvenes, tomando a cargo no sólo su instrucción en el conocimiento sino también en el ámbito religioso y moral. En consonancia con la comunidad de bienes la educación será también universal y colectiva, sin distinción de género en la formación de las personas. Niños y niñas se coeducan en todas las artes. Después de ser destetados quedan al cuidado de Maestras, si son niñas y de Maestros si son niños. Comienzan hasta los seis años “a ejercitarse, como por juego, en el aprendizaje de los alfabetos, y en el conocimiento de las pinturas, en la carrera, en el paseo, en la lucha, en el estudio de las historias representadas en los cuadros murales y en las lenguas”. Cumplidos los seis años pasan al estudio de las ciencias naturales, en la medida en que los Maestros lo consideren oportuno. En último lugar aprenden las ciencias mecánicas. Quienes muestren menos ingenio son enviados a las granjas campestres, pudiendo ser recuperados si dieran muestra de mayores progresos. Terminados los estudios unos se dedicarán a actividades corporales, otros a las funciones públicas y otros al estudio, en donde desempeñarán distintas funciones, llegando algunos a ser Magistrados.
El trabajo
Pese a que nos habla de algunos artilugios voladores, y de naves que funcionan sin remos y sin viento “mediante un admirable artificio” (p.178) que les permite conocer otros pueblos y países, como los chinos y países adyacentes, la innovación no parece ser un elemento presente en la actividad productiva, más centrada en satisfacer las necesidades vitales de un modo autárquico, aunque la ciudad no esté aislada ni carezca de contactos con otras naciones. El trabajo es pues necesario y ennoblecedor, especialmente el trabajo manual, que debería ser una actividad universal y voluntariamente ejercida; por el contrario el ocio degrada a los seres humanos. Es decir, todas las personas deberían trabajar para colaborar en el sostenimiento del bien común.
El trabajo es obligatorio, pues, tanto para los hombres como para las mujeres, en todas las facetas de la actividad productiva: ganadería, agricultura, etc… Sin embargo no se le dedicarán más de 4 horas diarias, lo que consideran suficiente para hacer frente a todas las necesidades, y les deja tiempo además para dedicarse al estudio, a la discusión, a la lectura, a la narración, al paseo y a alegres ejercicios mentales y físicos. No se permiten juegos que se practican estando sentados, como los dados. Por el contrario, juegan a la pelota, a los bolos, a la rueda, a la carrera, al arco, al lanzamiento de flechas, al arcabuz, etc. Consideran una lacra social la existencia de pobres y ricos, lo que se evita con la propiedad comunitaria, que les hace a todos ricos y pobres al mismo tiempo: “ricos porque todo lo tienen; pobres porque nada poseen y al mismo tiempo no sirven a las cosas, sino que las cosas les obedecen a ellos” (p. 167).
La guerra
Se ejercitan en el arte militar, tanto los hombres como las mujeres, realizando todo tipo de ejercicios y practicando diariamente el manejo de las armas, tanto dentro de la ciudad como cabalgando por el campo. Aunque no hayan de entrar en guerra con nadie se forman militarmente por cuestión de autodefensa, estando siempre preparados para defender la ciudad. Son expertos en la creación de máquinas bélicas y fortificaciones. En caso de guerra consideran una acto infame huir del enemigo o tratar de preservar la vida rehuyendo el combate, y castigan estas conductas con duras penas, incluso la de muerte. Al mismo tiempo se pueden mostrar magnánimos con los vencidos, especialmente los días siguientes a la victoria sobre ellos. También practican la caza, a la que consideran una imagen de la guerra.
La Justicia
En lo que respecta a la justicia, cuando alguien hay cometido un acto delictivo se someterá a la voluntad del Maestro supremo de su propio oficio, que actuará como juez. Los hechos delictivos son castigados con penas de diversos grados, pudiendo llegar incluso a la pena de muerte. En caso de acciones voluntarias y reflexivas se aplica la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente). Si la acción no es reflexiva la pena se atenúa, ya que la plena voluntariedad o no en la comisión de acciones delictivas es un determinante de su gravedad. Es de notar que en la Ciudad del Sol no hay cárceles y que las sentencias pueden ser perdonadas por Hoh. Cuando alguien es condenado a muerte, la pena la ejecuta el pueblo directamente, mediante lapidación o siendo los reos quemados vivos. En estos casos la Ciudad se viste de duelo y se lamenta de haber tenido que llegar a tales extremos con un conciudadano. Por lo demás, las leyes son pocas, breves y claras, y las penas “son verdaderos y eficaces medicinas que tienen más aspecto de amor que de castigo” (p.186).
La religión
La religión de la Ciudad del Sol Campanella la considera como una religión racional y natural, y tal como nos la presenta en su obra está muy próxima al cristianismo, si no es el cristianismo mismo, eso sí... siempre que haya sido depurado de sus aberraciones y malinterpretaciones de las Escrituras. Vertebra toda la vida político social de la Ciudad y los máximos mandatarios ostentan la jefatura tanto religiosa como política, ambas gobernadas por principios racionales.
Nota. Las páginas citadas corresponden a la siguiente obra: "Moro, Campanella, Bacon, Utopías del Renacimiento, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1976". En esta edición, con traducción de Agustín Mateos, se encuentran también las "Cuestiones sobre la República Ideal" en las que Campanella rebate, en tres artículos, al estilo de las cuestiones escolásticas, algunas de las críticas recibidas a su proyecto político. En la primera defiende el haber añadido a la doctrina política La Ciudad del Sol. En el segundo defiende la comunidad de bienes como acorde con la naturaleza, contra la defensa de la propiedad privada que atribuye a Aristóteles. Y en el tercero hace lo propio con la comunidad de mujeres, tal como es concebida en su obra, frente a la propiedad de mujeres e hijos.